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jueves, 21 de agosto de 2014

Noche

La noche no sabe cuanta calma esconde,
cuantos sueños, cuantos cuentos y despojos.
Cuanto aturde el silencio, entre sus ojos.
Me observa, me invade.
Persisto.
Son los grillos que envuelven una atmósfera sin aire,
no hay descanso entre su manto gris,
a veces celeste, otras veces opaco.
Sin embargo la noche sabe
que en su lecho brillan alto
esas luces que la pican,
que pellizcan su quietud.
Las deja ahí,
son zócalos de su muro,
son parte de su teatro mudo,
revelando entre sus dedos
las historias de tormentas.
Como cicatrices sobreviven,
se ríen, de días nublados, desordenados.
Como trofeos se enmarcan,
remuerden la comodidad,
son huellas, estelas,
libertad.
Constelaciones del alma,
cadencias del sol que se emblanquece,
se disfraza de luna, y apaga su fuego.
Se enciende la noche,
como una mecha insaciable,
da pasos de gigante.
El viento es un velo de seda
que le cubre el rostro,
las nubes una alfombra elástica que la eleva.
No sabe cuánta calma esconde, la noche,
vestida de luto, ignora lo apacible, de sus tempestades.









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